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Certificación energética de edificios ¿oportunidad u oportunismo?

Actualmente, de los 26 millones de viviendas que tenemos en España, 15 millones tienen más de 30 años y casi 6 millones tienen más de 50 años. De hecho, se calcula que hay unos 2.000.000 de viviendas en mal estado de conservación. Además, el 60% de las viviendas españolas se construyeron sin ninguna normativa de eficiencia energética.

En general, las viviendas en España consumen el 17% de toda la energía del país y las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por los edificios han crecido más de un 20% desde 1990. Para solventar este problema, España debería rehabilitar una media de 400.000 viviendas al año hasta cumplir con los objetivos marcados por la Unión Europea en cuanto a reducciones de emisiones y ahorro de energía. Además, esto crearía unos 150.000 empleos.

El pasado 1 de Junio entraba en vigor el Real Decreto sobre la certificación energética de edificios y que debería en sí mismo contribuir a la mejora de la eficiencia energética tanto activa como pasiva de nuestros edificios. Se entiende por eficiencia activa como la mejora de las instalaciones del edificio con el uso de las diferentes energías alternativas o combinadas con las energías tradicionales y también con sistemas de nueva generación que mejoran el rendimiento y minimizan el consumo. Por su parte, la eficiencia pasiva es la que se refiere a las condiciones y características arquitectónicas del edificio en el cual se introducen las energías para obtener el grado de confort.

La eficiencia pasiva está garantizada con el uso del CTE (Código Técnico de la Edificación) en las viviendas de nueva construcción, mientras que en las existentes resulta necesario encontrar el equilibrio entre la eficiencia activa y la pasiva, aspecto fundamental para llegar a consumos energéticos razonables.

Algunas voces han manifestado que esta certificación podría ser una excusa para recaudar dinero, sobre todo, del ciudadano de a pie. Sin embargo, está claro que los beneficios son varios: se va a ahorrar energía, se va a ahorrar en coste de factura y, además, se van a crear empleos. Se podría decir que va a ser una inversión económica de los agentes implicados en este asunto y que va a beneficiar a la sociedad en general.

Asimismo, la certificación de la eficiencia energética de los edificios es un distintivo reconocible y objetivo sobre las características de eficiencia energética de un edificio. Esto se materializa en forma de un certificado o etiqueta que permite valorar y comparar sus prestaciones a los compradores, arrendatarios y otros usuarios.

En mi opinión la Rehabilitación Energética de Edificios es el eje sobre el que se debe reformular el sector de la edificación, que cuenta en España con 26 millones de viviendas, la mayor parte de ellas con un nivel de eficiencia energética muy bajo, y una de las herramientas que permitirá bajar el elevado índice de intensidad energética de nuestro país.

Eso sí, la eficiencia energética se debe aplicar desde el inicio del proceso y teniendo en cuenta todo el ciclo de vida del producto, edificio o servicio. Por tanto, la eficiencia energética es un compromiso de todos.

Con un simple gesto como regular una fuente de luz, colocar detectores de movimientos para que solo nos ilumine la zona cuando pasamos por un pasillo o gestionar de forma optimizada y eficiente un edificio son algunas formas de aplicar nuestro compromiso.

Acerca de la Eficiencia Energética seguro que muchos de ustedes han escuchado, leído y hablado bastante en estos últimos años, pero como dijo el poeta y dramaturgo Johan Wolfgang: ‘No basta saber, hay que aplicar; no basta querer, hay que hacer’.

01/10/2013 Fuente: Antxon López, marketing manager & business development de ABB para eleconomista.es

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